Por: Manuel Sámano
El empate sin goles como local contra Honduras dejó un
pésimo aspecto de la selección mexicana. Los jugadores no sólo fallaron en la
definición sino también en el trámite del juego, luciendo por momentos perdidos
en el campo y sin una idea clara de lo que pretendían hacer con el balón. Si el
partido hubiera durado otros 90 minutos, el marcador no hubiera cambiado porque
además de la inoperancia azteca, los hondureños estaban muy cómodos con la
igualada que les daba el boleto al Hexagonal de la CONCACAF. Si México no
quiere sufrir en esa instancia, necesita cambiar muchas cosas a todos los
niveles posibles.
Todas las críticas caen siempre en el entrenador en turno
pero los mismos vicios y fallas en momentos decisivos llevan presentándose toda
la historia futbolística tricolor pero se han incrementado en la última década.
Los jugadores parecen intocables cuando en este deporte son los primeros
responsables. El colombiano Juan Carlos Osorio se equivocó rotundamente en las
rotaciones de jugadores, sobre todo en la del portero, además de la convocatoria
a ciertos futbolistas que no tienen el nivel suficiente para una selección mexicana
a nivel absoluto.
Pero el error de cálculo más grande fue el no tratar de
eliminar a Honduras cuando México tuvo la oportunidad. ¿Cuál es el castigo?
Visitar San Pedro Sula en la última fecha del Hexagonal en lugar de ir a
Toronto. Tomando en cuenta que el Tricolor jugará 3 de sus primeros 4 partidos
como visitante, los 2 primeros el próximo mes de noviembre en Estados Unidos y
Panamá, el panorama podría complicarse desde el principio. Dudo mucho que saque
alguna victoria en esos compromisos y como no lo hará, entonces muy
probablemente México llegué a ese último partido contra los hondureños con la
urgencia de sacar al menos un empate para garantizar uno de los 3 primeros
puestos que dan el pase directo a Rusia 2018.
¿Por qué no eliminar a uno de los rivales más complicados
cuando se tiene la oportunidad? ¿Por qué sigue existiendo esa mentalidad retrógrada
de “darle oportunidad a todos los convocados de mostrarse”. En una selección
nacional deben jugar siempre los mejores, los titulares, los que tienen un
mejor nivel. No es un laboratorio de experimentos futbolísticos para tratar de
reinventar por enésima vez este deporte cuyo objetivo es de lo más sencillo:
meter más goles que el rival, punto, nada más. A ver si el conformismo de
empatar 0-0 en lugar de buscar la goleada que le hubiera dado el boleto al
Hexagonal a los canadienses (un rival mucho más accesible) no termina por ser
determinante en unos meses.
Y otro error de cálculo se le puede atribuir a los
aficionados mexicanos. Si la FIFA es coherente, no tardará mucho tiempo en
vetar el Estadio Azteca o algo peor como la pérdida de puntos en el Hexagonal,
algo merecido después de tantos avisos. La culpa de esto será una parte del
público mexicano que acude al estadio y en su ilusa fantasía de “apoyar a su
selección” emite un grito, el cual puede ser interpretado de muchas formas,
cada que saca de meta el portero rival. En lugar de aplaudir a su equipo, apoyarlo
con porras o cánticos, ese grito incoherente (porque no ayuda absolutamente en
nada, ni apoya al local ni presiona al visitante) podría causar un serio
problema al Tricolor en el Hexagonal. Hace falta una buena clase de cultura
deportiva a ese sector de la afición del Estadio Azteca.
¿Recuerdan el Hexagonal anterior? Este que empieza en
noviembre puede ser peor para México.
No hay comentarios:
Publicar un comentario